
Emergencia climática significa crisis en salud pública
El Cambio Climático es uno de los desafíos ambientales y sociales más urgentes y transcendentales a los que se enfrenta la humanidad. A escala global, influye sobre diversos sectores, alcanzando su máximo exponente en el área de la salud.
Autores:
Cristina Linares y Julio Díaz.
Los incrementos en la mortalidad y la carga de enfermedad asociada a los riesgos del cambio climático van en aumento. Tanto por sus efectos directos (olas de calor y frío, eventos meteorológicos extremos, inundaciones y sequías), como por los importantes efectos indirectos que ocasiona (incremento de la contaminación atmosférica y aeroalérgenos, aumento en la frecuencia e intensidad de incendios, cambios en la distribución de los vectores de enfermedades infecciosas, menor disponibilidad de agua e inseguridad alimentaria), se puede afirmar que la crisis climática es una crisis de salud. Además, hay que tener en cuenta los efectos que la emergencia climática produce sobre los sistemas sociales: desplazados climáticos, descenso de la capacidad laboral o el deterioro de la salud mental, todos estos impactos conducen a un aumento de la presión en los sistemas e infraestructuras de salud. El cambio climático no crea nuevas enfermedades, sino que amplifica y redistribuye las ya existentes y esto influye en las características y condiciones de salud de una población determinada. Si nos fijamos en las desigualdades, todas las poblaciones están expuestas a los impactos negativos en salud provocados por el cambio climático, pero hay circunstancias que incrementan la vulnerabilidad como son la ubicación geográfica y las desigualdades socioeconómicas, aumentando también las inequidades en salud. El impacto difiere totalmente en función del nivel socioeconómico de la zona geográfica afectada y, por tanto, de las condiciones prexistentes de salud de su población, contribuyendo de forma relevante a un empeoramiento de las condiciones generales de salud y a la cronificación de determinadas enfermedades, por lo que deberíamos modificar la manera en que debemos considerar la protección de las poblaciones vulnerables. Grupos de especial susceptibilidad son los ancianos, las mujeres y los niños, las personas con bajo nivel de renta, personas con enfermedades de tipo crónico (cardiovasculares y pulmonares, con obesidad o enfermedades neurológicas entre otras) o grupos poblacionales como trabajadores en ambientes exteriores, por ejemplo.
La diferente incidencia en las distintas regiones, en las personas con distintos niveles socioeconómicos y la posibilidad de adaptarse a los cambios producidos van a ser esenciales para que las poblaciones minimicen los impactos en salud derivados del calentamiento global. En entornos muy urbanizados, por ejemplo, los efectos en la salud pueden agravarse, especialmente, por las mayores diferencias socioeconómicas existentes, las inadecuadas condiciones de la vivienda y la mayor exposición a los contaminantes atmosféricos. El principal problema al que nos enfrentamos es que nuestros sistemas de vigilancia epidemiológica aún no están especializados en cuantificar estas causas asociadas a los impactos del cambio climático y atribuirlas correctamente. Es necesario implementar sistemas de alerta temprana y vigilancia que integren todos los impactos derivados del cambio climático que inciden en un mismo lugar de forma simultánea. Por ejemplo, este verano en nuestro país se han batido los récords de superficie quemada y ningún sistema epidemiológico está cuantificando los efectos en salud asociados, no sólo de agravamientos a corto plazo de problemas respiratorios sino, a largo plazo, el empeoramiento de enfermedad cardiovascular o de enfermedades mentales asociadas como estrés postraumático, ansiedad, depresión, adherencia a tratamientos, etc. Es responsabilidad de las administraciones competentes articular las medidas de mitigación y de adaptación que sean necesarias para evitar que el impacto de los riesgos climáticos sobre la población vulnerable aumente. Además, hay que gestionar estos riesgos de forma adecuada para minimizar los efectos en la salud. Entre las medidas de adaptación se encuentra el diseño de implementación de planes de prevención locales adaptados a cada área geográfica en base a sus características sociodemográficas y realizar evaluaciones de riesgos a nivel local. Se trata de diseñar y desarrollar planes integrados, que aborden los impactos sinérgicos en salud de distintos factores ambientales que potencian los impactos del cambio climático (contaminación atmosférica, intrusiones de polvo, sequías, incendios forestales, etc.), en vez de ser abordados de manera individual, reforzando el sistema de salud y sus infraestructuras de salud para que sean resilientes a los impactos de la crisis climática.


Autores:
Cristina Linares y Julio Díaz.
Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano. Instituto de Salud Carlos III.
Email: clinares@isciii.es, j.diaz@isciii.es I Twitter @ensgismau