
Entrevistando a Rosa María Calaf
Una de las periodistas más prestigiosas y conocidas de nuestro país. Ha sido corresponsal en Nueva York, Moscú, Buenos Aires, Roma, Viena, Hong Kong y Pekín. Desde que se jubiló en 2009, se dedica a la docencia y la divulgación y colabora con diversas instituciones y ONG. Y a viajar, su gran pasión.
Autor:
Pablo Strubell
Has estado en 183 países, que son prácticamente todos los países soberanos reconocidos por la ONU. ¿De dónde has sacado el tiempo para conocer tantos lugares?
R: Por razones de trabajo he viajado a la mitad, a más de 90. Empecé a viajar muy joven y además en los años 70 atravesé África en furgoneta, recorriendo veintipico países más. Cuando me jubilé empecé a visitar las zonas que no conocía. He combinado, creo que muy bien, los viajes por trabajo y por placer.
¿De los países que te quedan por conocer, cuáles te hace más ilusión visitar?
R: Los países del cuerno de África y Arabia Saudí, donde tenía previsto ir justo antes de la pandemia. Mi gran ilusión sería ir a la estación espacial, pero creo que esto se me va a quedar en el tintero.
¿Por qué te gusta tanto viajar?
R: La inquietud por ver más y saber más es una obsesión desde pequeña. Soy una persona muy curiosa y viajando siempre aprendo algo. Siento que se aprende de lo diferente y te construyes como persona viendo otras culturas y otras realidades.

¿El mundo es más peligroso ahora?
R: No creo que sea tan peligroso como la gente percibe. Hay claramente una estrategia del miedo, porque una ciudadanía asustada es muy fácilmente manipulable. En mi primer viaje en autostop por Europa en los 70, prácticamente todos los días alguien nos recogía y nos invitaba a dormir en su casa. Ahora probablemente tendría más cuidado, seguramente influenciada negativamente por esa percepción errónea.
¿Es cierto que te dedicaste al periodismo empujada por tu pasión viajera?
R: Sí. Estudié derecho para dedicarme a la diplomacia, pero tras acabar la carrera entré en contacto con el periodismo y me di cuenta de que lo que yo quería hacer era narrar; acercar a la España gris, opaca y reprimida esas libertades que yo ya veía en el exterior. Me hice periodista y de internacional (eso lo tuve claro desde el principio) para poder viajar.
En 1970 empezaste a trabajar en TVE, en informativos. Fuiste una de las reporteras pioneras en televisión. ¿Fueron unos inicios fáciles?
R: Mis compañeros en Barcelona me recibieron bien, unos con más condescendencia y otros con menos; todos con curiosidad y sorpresa, pero sin hostilidad. Había duda ante mi posible capacidad, pero no rechazo. No siempre fue fácil: siendo mujer tienes que estar permanentemente demostrando que eres capaz de hacer eso que te propones. No puedes tener ni un solo fallo ni una sola debilidad y estar siempre muy alerta en la defensa del espacio que vas consiguiendo porque si no puedes perderlo.
¿Cómo crees que ha sido la evolución del papel de la mujer en los medios?
R: La evolución ha sido enorme en la cantidad: de ser tres hemos pasado a ser mayoría en las redacciones, pero la proporcionalidad no se ha alcanzado en absoluto en los puestos de opinión ni en los de decisión.

¿Ser mujer ha sido una ventaja en algún país o en alguna ocasión?
R: Ser mujer, a la hora de viajar o de ser periodista, tiene dificultades añadidas. Los ataques a una mujer siempre son sexualizados, por ejemplo. Tienes más escollos pero al mismo tiempo tienes muchas ventajas. La mayor, el poder entrar en el ámbito femenino, que es donde ves realmente cómo es esa sociedad. Te permite saber qué es lo que pasa en un lugar porque la versión oficial (masculina) nunca te lo va a contar.
Durante tu corresponsalía de Hong Kong y Pekín viviste varias epidemias: la de gripe aviar causada por el virus H5N1, que se inició en 1997 en Hong Kong; y la del Síndrome respiratorio agudo severo (SARS por sus siglas en inglés), iniciada en noviembre de 2002 en China, que se extendió por 26 países. ¿Qué recuerdas de aquella época?
R: Fue una etapa informativamente apasionante porque fue de las primeras veces, en la época moderna, que se etiquetaba un proceso sanitario como epidemia y pandemia. Hong Kong, una ciudad de gran vitalidad, se cerró herméticamente. Cerraron aeropuertos y la frontera terrestre con China y prohibieron las llegadas por mar. Los corresponsales nos quedamos dentro a ver qué era aquello. Lo más sorprendente fue encontrarse en un lugar cerrado, pero la prensa tenía cierta libertad e información. Fue muy apasionante tratar de explicar todo lo que sucedía luchando contra la espectacularización, el morbo y la obsesión de las centrales por mostrar un exceso de alarma.
Has cubierto otros desastres como Chernobyl, terremotos, conflictos sociales… ¿no te daba apuro tener que informar desde lugares en los que tu salud puede estar en riesgo?
R: En situaciones así aprendí que lo importante es valorar la situación, establecer las prioridades y gestionar muy bien los riesgos. Los periodistas debemos escuchar a los expertos y tener muy claro que un informador al que hay que rescatar crea muchas complicaciones. Hay que arriesgar, sin ninguna duda, pero hay que hacer caso a los consejos sabios y al sentido común. En las prioridades tienes que tener en cuenta que las víctimas son lo primero, tú vas a informar, a servir a esas víctimas.
Te jubilaste a los 63 años, ¿echas de menos seguir reporteando?
R: Pues sinceramente, no. No soy nostálgica, me atrae siempre lo que tengo por delante, supongo que precisamente por la curiosidad que mencionaba antes. Desde mi jubilación he tenido la oportunidad de seguir en primera línea del periodismo, pero de forma diferente: en los cursos en los que participo o en las entrevistas que doy, intento hacer una defensa del periodismo riguroso, de servicio, de alertar de las cosas que lo están desviando de lo que debería ser.

A partir de ese momento empiezas a viajar 3 o 4 meses al año ¿qué le dirías a la gente que cree que ya no es edad para viajar?
R: Si tienes salud y posibilidad económica (aunque se puede viajar por muy poco dinero) la edad es la que tú quieras tener. Sí que tienes que ser consciente de que hay algunos cambios físicos que te van a marcar algunas pautas y hay cosas que tal vez ya no puedas hacer.
¿Has tenido algún percance serio en tus viajes, ya fueran de placer o de trabajo?
R: Sí, unos cuantos. El más complicado sucedió durante la primera guerra del Golfo. En Kuwait pillé algo que no sabían qué podía ser. Me tuvieron que ingresar de urgencia y creían que podía ser porque había estado rodando en una zona donde había habido armas químicas (aunque era improbable porque mi cámara y mi productora también estuvieron y se encontraban bien). Me evacuaron a España donde estuve ingresada unos dos meses y me hicieron todo tipo de pruebas. Nunca supieron lo que tuve.
Aunque tu especialidad informativa no era el cambio climático, como has viajado tanto me gustaría preguntarte por él. ¿Has podido ver sus efectos en primera persona en algún lugar?
R: Sí, lo he visto en muchos lugares: en el sur de Chile, islas en el Pacífico, en las costas de Filipinas, en los glaciares en Groenlandia, Islandia o el sur de Argentina. Sin embargo, el lugar que más me ha marcado es Vanuatu, un archipiélago del Pacífico Sur que puede desaparecer bajo las aguas. De hecho, algunas islas han desaparecido ya. Me llevaron en barca a una isla donde en la Segunda Guerra Mundial hubo una base aérea americana con unas edificaciones que solían tener dos pisos y medio. ¡En ese momento estaban absolutamente sumergidas! Me acompañaba un nativo que me contaba que él, cuando era pequeño, había jugado en esos edificios tras quedar abandonados. En un periodo de sesenta y pico años había ocurrido eso.

Ante el cambio climático, creo que los gobiernos, industrias y organismos internacionales tienen la mayor parte de responsabilidad. La ciudadanía también puede actuar, pero parece que cuesta mucho cambiar ciertos comportamientos ¿Qué crees que pueden hacer los medios en este sentido?
R: El papel de los medios de comunicación es absolutamente crítico a la hora de crear el nivel de preocupación pública y de exigencia de acción y por tanto informar correctamente es una responsabilidad extraordinaria. Hay que poner muchos más recursos y especialistas que acerquen el tema a la ciudadanía. Los medios lo deben transmitir no solo como impacto emocional sino de manera asequible y útil. Lo que sucede es que el actual modelo de vida nos empuja a causar el daño climático en lugar de a evitarlo. Nos empuja al consumismo y al viaje insostenible. Y esto hay que ponerlo de manifiesto.

Autor:
Pablo Strubell
Escritor, editor, emprendedor, podcaster y guía de viajes en Asia Central. Es autor de El libro de los grandes viajes (Ed. Geoplaneta, 2022) entre otras publicaciones. Cofundador de La editorial Viajera, en la actualidad organiza las Jornadas de los grandes viajes, un encuentro que desde 2013 reúne anualmente a centenares de amantes de los viajes. Dirige y presenta el pódcast Un gran viaje uno de los más escuchados de España.